¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!
No esperare frente al escudo del odio, sino que lo dejare caer, y suavemente, alzare los ojos en silencio para contemplar al Hijo de Dios.
El me espera tras todos mis resentimiento y a medida que deje éstos de lado, Él se aparecerá radiante de luz en el lugar que antes ocupaba cada uno de ellos. Pues cada resentimiento constituye un obstáculo a la visión, más según se elimina, puedo ver al Hijo de Dios allí donde él siempre ha estado. El se encuentra en la luz pero yo estaba en las tinieblas. Cada resentimiento hacia que las tinieblas fuesen aún más tenebrosas, lo cual me impedía ver.
Ante cualquiera que surja en mi mente con resentimiento:
- Quiero contemplar a mi salvador en éste a quien Tú has designado como aquel al que debo pedir que me guíe hasta la santa luz en la que él se encuentra, de modo que pueda unirme a él.
- ¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!.
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