Mi única función es la que Dios me dio.
No tengo otra función salvo la que Dios me dio. Este reconocimiento me libera de todo conflicto porque significa que no puedo tener metas conflictivas. Al tener un solo propósito, siempre estoy seguro de lo que debo hacer, de lo que debo decir y de lo que debo pensar. Toda duda no puede sino desaparecer cuando reconozco que mi única función es la que Dios me dio.
- Mi percepción de esto no altera mi función.
- Esto no me confiere una función distinta de la que Dios me dio.
- No me valdré de esto para justificar una función que Dios no me dio.
Todas las cosas que proceden de Dios son una. Proceden de la Unicidad y tienen que ser recibidas cual una sola. Desempeñar mi función es mi felicidad porque ambas cosas proceden de la misma Fuente. Y debo aprender a reconocer lo que me hace feliz, si es que he de encontrar la felicidad.
- Esto no puede separar mi felicidad de mi función.
- La unidad que existe entre mi felicidad y mi función no se ve afectada en modo alguno por esto.
- Nada, incluido esto, puede justificar la ilusión de que puedo ser feliz si dejo de cumplir mi función.
No hay comentarios:
Publicar un comentario